Actualmente la globalización y las facilidades de internet nos permiten hacer compras desde casa a golpe de ‘click’. Esto ha disparado el consumo de todo tipo de productos, principalmente relacionados con el ocio (entradas, turismo, música, restaurantes…) pero además de experiencias, también bienes materiales, como ropa, calzado, y tecnología entre los primeros puestos según diferentes encuestas.
Según las estadísticas de un informe de marzo de 2023 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) constata que la cantidad de prendas producidas en la actualidad se ha duplicado desde el año 2000, y se calcula que los consumidores compran hoy un 60% más de ropa que hace 15 años, pero solo la usan la mitad de tiempo.
También señala que la industria de la moda es responsable del 10% de las emisiones mundiales anuales de carbono, y del 20% de la huella hídrica mundial, siendo la segunda industria más contaminante del planeta. Para elaborar una camiseta de algodón se necesitan hasta 3.000 litros. La cantidad sube hasta 10.000 cuando se habla de pantalones vaqueros.
Esto se debe a que el modelo principal es el ‘fast fashion’, es decir, prendas de ropa más baratas pensadas para pocos usos y a muy bajos precios que invitan a comprar y desechar constantemente, olvidándonos o ignorando su enorme impacto medioambiental.
Para mantener bajo el precio de producción, las prendas de moda rápida se fabrican a menudo con materiales como el poliéster —una fibra sintética y barata fabricada a partir del petróleo, un combustible fósil no renovable—, según un informe de la Changing Markets Foundation. Debido a sus bajos precios, tienen una calidad cuestionable, tanto que, tal y como denuncia la ONU, el 60 por ciento de toda la que se vende acaba en el vertedero en menos de un año. El poliéster puede tardar aproximadamente 200 años en descomponerse, según un informe de 2016 de Greenpeace.